Niño sin cuna

La luna,
que guarda es sus ojos
el pasar de los tiempos
y es sabia y vieja
y nada le asusta...
lloró.
Ella, de vientre estéril,
moría en deseos
de acunar en su lecho
al niño pequeño.
Y se tornó negra,
y la oscuridad rondó el cielo
y ocultó las estrellas
y se cubrió en tristeza.
Clamó al mar,
que en su infinita bravura,
meciera dulcemente al niño
para que no sintiera miedo
para que no anhelara el pecho.
Clamó a la arena
para que en sábana bordada
se convirtiera
y protegiera los sueños,
rotos y muertos,
del pequeño.
Clamó al hombre
que lo recogiera,
al pobre niño de la guerra,
con sus zapatitos
que aquella mañana
su madre le atara,
y que dio la vuelta al mundo
para desconsuelo de la luna
y vergüenza de todos. 

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