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Mostrando entradas de marzo, 2016

El principito que veía un hipopótamo

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Cuando trabajas con niños puedes vivir anécdotas todos los días y si te sensibilizas con su particular manera de ver las cosas, entonces, cada día puedes descubrir algo nuevo. En el aula los niños aprenden del maestro y el maestro, si se deja llevar, aprende mucho más. Toca control de ciencias naturales, una ficha con actividades que resume el tema trabajado, es decir, el examen que se llamará más adelante. La clase se mantiene silenciosa, todos se afanan en hacerlo bien. Uno de mis alumnos se acerca a mi mesa con una duda sobre el primer ejercicio cuyo enunciado dice: “Colorea los seres vivos de este ecosistema.” Seguidamente se presenta el dibujo de un paisaje. —Seño, ¿qué es lo que está debajo del sapo? —me dice el niño. Yo, miro la hoja. Está más que claro que el sapo descansa encima de una roca. —Pienso que como te aburres vienes a mi mesa para darte un paseo porque no creo que haya duda sobre lo que está debajo del sapo. Tenemos los mismos ojos así que creo que es

El valor de las palabras

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Al salir del trabajo comparto acera con dos jovencitas de alrededor de 14 años y otra más pequeña, a la que acaban de recoger del colegio, de unos diez. Al acercar mis pasos a ellas escucho su conversación. ¿Dónde se habrá metido esa guarra? —dice la más alta. Yo alzo las cejas y cambio la expresión de mi cara. ¡Vaya boca! —pienso. A continuación la niña de diez años gasta una broma a la más alta que la hace tropezar, así que ésta le lanza un ¡gilipollas! a la más pequeña y la más pequeña ni corta ni perezosa le atiza con un ¡te jodes! En ese instante aparece la guarra que con aires de comerse el mundo les dice a sus amigas: ¿Sabéis a quién coño me he encontrado? ¡Al hijo puta! La amiga más baja no recuerdo si intervino en esta conversación tan elocuente así que la dejaré en un segundo plano más que agradecido. Guarra, gilipollas, jodes, coño, puta. En una conversación de diecinueve palabras, y dejando a un lado a los verbos que dentro de la oración son los que parten la pana, des

Día de las mujeres

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Yo no quiero ser mujer princesa o no quiero serlo siempre ni tener esa aspiración ni esa cuna real, quiero ser princesa a veces, cuando me apetezca lucir lazos, vestido pomposo y delicadeza de pastel. No necesito que me recuerden que una señorita no debe decir estas o aquellas cosas porque no sé qué es ser una señorita. Sé lo que soy yo, nada más. Quiero jugar hoy con muñecas y mañana quizás ya no. Yo no quiero ser mujer mamá o no quiero ser mujer por el hecho de poder parir hijos. Si no pudiera o si no quisiera tenerlos sería la misma cantidad de mujer al mirarme al espejo. Y como mamá no quiero ser juzgada por mi madre, por mi suegra, por la vecina, por la dependienta de la frutería… No quiero tener que justificarme ni tener que explicar, en reunión familiar, las decisiones que tomo en relación a mis hijos. No quiero sentirme mal por no saber la cantidad de puerro que hay que poner en los potitos de mi hija. Y que cuando alguien descubre que es él el que prepara la comida de